
Hace una semana, algunas amigas y yo, hicimos voluntariado en un asilo llamado Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Los ancianos pasan todo el día ahí en compañía de pocos y pensamos que nuestra visita les alegraría la mañana. Al principio nos fue complicado entablar temas de conversación, pero con el paso de los minutos, cada vez teníamos más fluidez y ¡hasta acabamos contando chistes!

Nos contaron sus anécdotas, historietas, sobre su familia, pasatiempos favoritos... Vamos, de todo un poco. Nosotras también les contamos un poco sobre nuestras cosas. Fue entonces cuando pasamos de hablar a escuchar y me di cuenta de que el silencio propio es a veces el mejor papel en una conversación. Después dos horas disfrutando de compañía y conversación, les prometimos volver pronto a visitarles, además de una visita especial de Navidad diciéndoles que les cantaríamos villancicos y comeríamos turrón. Los ancianos se alegraron mucho, ya que todos habíamos disfrutado y nos lo habíamos pasado genial. Fue una experiencia gratificante y todas planeamos volver muy pronto a pasar otro buen rato haciendo una cosa que nos encanta: hacer la vida de otras personas más feliz.
Más fotografías:
https://plus.google.com/u/0/photos/107826042134600661844/albums
No hay comentarios:
Publicar un comentario