

Cuando se va a un albergue, uno se da cuenta de muchas cosas. Una de ellas y quizás una de las más importantes es que te das cuenta de la suerte que tenemos porque no nos falta de nada.
Esta fue una de las muchas cosas que aprendí cuando fui al albergue de San Juan de Dios.
Pero yo creo que lo que más impacto da de este albergue en concreto es las buenas instalaciones y la cantidad de oportunidades que se les da a las personas de integración, de ocio y demás.
Y todo esto es gracias a muchas personas que dan su tiempo y su esfuerzo. Muchas veces cuando valoramos algo nos fijamos siempre en lo material: la comida, las camas, la tele, la luz, el agua caliente... pero eso es posible gracias a estas personas.


La gente que vive allí se refieren al albergue de San Juan de Dios como a un hotel. Yo no tengo mucho criterio (sobre albergues) para poder afirmar o desmentir esto, pero no me cabe duda de que están en lo cierto. El trato y la gran cantidad de instalaciones que se ofrecen son excelentes. Un ejemplo es lo que ellos llaman el almacén, un lugar donde pueden depositar sus objetos personales donde son guardados, un servicio que realmente aprecian. El estar allí, es para ellos un privilegio, que saben que pueden perder si no acatan las normas y se pelean, por lo que no suele haber conflictos.
Lo triste es que hay gente que se aprovecha de la bondad de la sociedad y de proyectos en favor de los desfavorecidos sin importar que otras personas puedan perder la oportunidad de rehacer su vida.
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